Hoy, el director artístico del Museu Carmen Thyssen Andorra, Guillermo Cervera, dedica su discurso al “pintor de la luz” inglés William Turner, a través de su obra “El Redentore y Giudecca Venecia“, 1833 – 1840, que forma parte de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
La luz, cuya función en la pintura es múltiple e indispensable, es un componente que los artistas han tratado de diferentes maneras a lo largo de los siglos. Artificial o natural, simbólica o como medio para reflejar la realidad, está en el origen del florecimiento de los más grandes maestros de la pintura, y por lo tanto de las obras más famosas de la historia del arte.
Desde las obras medievales con fondos dorados, Da Vinci y su técnica de sfumato, Caravaggio y su dominio del claroscuro, hasta las escenas de interior con fondos negros de Vermeer o Joaquín Sorolla y su trabajo al aire libre, es evidente que este elemento polifacético está en el centro de las preocupaciones artísticas.
Otro “pintor de la luz” sería Joseph Mallord William Turner, más conocido como William Turner, pintor y acuarelista británico nacido el 23 de abril de 1775 y fallecido el 19 de diciembre de 1851. Verdadera vocación para este representante del Romanticismo, comenzó a dibujar de niño y exhibió sus primeras creaciones en el escaparate de su padre. Empujado por este camino por su séquito, finalmente entró en la Academia Real, donde recibió una formación académica. Sin embargo, su estilo evoluciona a lo largo de su carrera, acercándolo cada vez un poco más al trabajo de la luz y del color provocando en sus obras la disolución de las formas, creando una impresión casi onírica.
La elaboración de los bocetos al aire libre y luego la realización en el estudio permite al artista jugar con los contrastes, gracias a su impresionante memoria de colores, para ilustrar sus paisajes topográficos y marinos, temas en los que será un especialista.
Como gran intérprete de tonalidades, William Turner explorará a lo largo de su vida la representación y el poder subjetivo del color. Su investigación estética lo convirtió en uno de los precursores del movimiento impresionista y, más tarde, de la abstracción lírica.