Al igual que Francia, Inglaterra y Portugal, España fue una de las mayores potencias coloniales de Europa. Tras la pérdida de sus posesiones territoriales a lo largo del siglo XIX, la Península se sumió en un periodo de incertidumbre en el que su economía y su política se debilitaron. Esta inestabilidad frenó la industrialización del país, que se encontró cada vez más al margen de Europa.
Estos años oscuros dieron paso finalmente, a partir de 1931, a un periodo más estable gracias a la abolición de la monarquía y la instauración de la Segunda República. En este periodo se produjeron numerosas reformas fundamentales, como la separación de la Iglesia y el Estado, la aprobación de los estatutos catalán y vasco, la creación de escuelas y el establecimiento de una política cultural eficaz. Aunque las tensiones sociales alcanzaron su punto álgido debido a las protestas anarquistas, católicas y monárquicas contra el nuevo gobierno, las mujeres obtuvieron el derecho al voto, el derecho al divorcio, el derecho al aborto y el derecho a trabajar libremente.
Es en este contexto aparecieron las Sin sombrero. Este grupo de mujeres, cercanas a la famosa Generación del 27, son consideradas hoy las pioneras del feminismo español.
Entre ellas encontramos a poetas como Ernestina de Champourcín, que promovió la modernidad y el progreso social en sus escritos. También hay que mencionar a Josefina de la Torre y a Concha Méndez que, durante su exilio en México abrió una imprenta en la que publicaba los textos de los españoles que huían del régimen de Franco. Las Sin sombrero también forman parte del campo de la filosofía a través de la figura de María Zambrano. Fue una de las pocas mujeres que recibió el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Cervantes por su obra. En el ámbito de la escritura, cabe destacar a las novelistas María Teresa León y Rosa Chacel, cuyo objetivo era promover el lugar de la mujer en la sociedad y reforzar la idea de que el arte debía estar al servicio de la libertad. En las artes plásticas, encontramos a la escultora Marga Gil Roësset y a la pintora surrealista y mujer que dio nombre a este grupo de intelectuales, Maruja Mallo.
Todas estas personalidades, aunque muy diferentes y compartiendo sólo relaciones estrechas, estaban unidas en ciertos puntos. Entre ellas, la igualdad de derechos y la defensa del papel individual de cada persona, independientemente de su sexo. Todas ellas participaron en la feminización de la lengua, sobre todo en el ámbito profesional. Bajo su influencia se normalizaron nuevos términos como “escritora”, “novelista” o “pintora”.
Sin duda, las Sin Sombrero han dejado su huella al encarnar la imagen de una España moderna, así como la de la mujer emancipada e independiente.
Podemos preguntarnos entonces por qué este grupo de intelectuales de vanguardia se llama Sin sombrero. Es importante señalar que en la España de finales del siglo XIX y principios del XX, el uso del sombrero era, tanto para hombres como para mujeres, un signo de jerarquía social. Mientras que a los hombres se les permitía escapar de esta norma en los espacios cerrados, a las mujeres se les exigía llevarla en cualquier circunstancia. El famoso dramaturgo Joaquín Dicenta acabó pidiendo, a principios del siglo XX, permiso para que las mujeres se descubrieran la cabeza en los teatros para que todo el mundo pudiera ver bien el escenario.
Según algunas fuentes, fue Maruja Mallo quien un día tuvo la idea de cruzar la plaza de la Puerta del Sol de Madrid sin sombrero. Esta acción, considerada como un acto de rebelión contra las costumbres establecidas, definiría a este grupo de intelectuales.
Sin embargo, esta nueva libertad duró poco. Cuando estalló la Guerra Civil en España en 1936, Franco llegó al poder y estableció una dictadura que duraría 36 años. El dictador, que perseguía una ideología profundamente nacionalista y religiosa, puso fin a esta nueva emancipación de la mujer. Las mujeres desaparecieron rápidamente de la escena pública. Alcanzaron la mayoría de edad a los 25 años y pronto se vieron obligadas a limitarse al papel de esposas y amas de casa.
Ante estos cambios, las Sin Sombrero fueron condenadas al exilio en otros países europeos y en América, mientras que en España su historia, su trabajo y sus luchas fueron ignoradas y finalmente olvidadas casi por completo.