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El color en la historia del arte

Hoy en día, sigue sin existir una teoría universal del color. Es difícil creer que sea posible desarrollar una única visión o interpretación del cromatismo, ya que cada cultura, a lo largo de la historia, tiene o ha tenido una percepción de los matices ligada a sus propias creencias e influencias.

La ciencia nos dice, empíricamente, que el color se genera por la luz que, al rebotar en el objeto, crea ondas luminosas que el ojo puede percibir. Por tanto, los colores son, ante todo, una cuestión de percepción física. Sin embargo, en la historia del arte, el cromatismo ha sido durante mucho tiempo una herramienta para representar el mundo y, finalmente, ha adquirido tal poder simbólico que acabará liberándose de la forma para dotarse de un significado profundo gracias a su propia fuerza. Esta batalla entre la supremacía de la forma y el color sigue debatiéndose hoy en día.

Mientras que en la Antigüedad el color en las artes sólo tenía un papel decorativo, la Edad Media devolvió el protagonismo a los matices. Gracias a sus representaciones estereotipadas, la paleta se convirtió en un elemento que facilitaba la lectura de las imágenes y comenzó a explotar la dimensión emocional de su público. La Virgen María, por ejemplo, se hizo directamente reconocible en esta época gracias a su hábito rosa y azul.

Con el Renacimiento, y la llegada de la pintura al óleo, se impusieron las formas realistas, lo que llevó a los artistas a no basarse únicamente en el simbolismo de los colores, sino a utilizarlos como soporte para sublimar las representaciones. Esto se aprecia sobre todo en las representaciones de las suntuosas telas que sólo los grandes de la sociedad podían permitirse. Esta tendencia, institucionalizada por el Academicismo, perduró hasta el siglo XIX.

Oscilando entre los ámbitos físico, psicológico y simbólico, la historia de los colores también está estrechamente ligada a la evolución de las técnicas. ¿Y si le dijéramos que sin la invención del tubo de pintura no habría habido vanguardia? Hasta el siglo XIX, los artistas no tenían más remedio que permanecer en sus estudios para crear sus obras, pero también su paleta. De hecho, los pintores mezclaban ellos mismos los pigmentos y aglutinantes para obtener los tonos que querían aplicar al lienzo. Con la aparición de la pintura sintética, los artistas empezaron a interesarse por la pintura sobre el terreno o a “plein air”. Nacía así el primer movimiento llamado moderno: el impresionismo, que influiría en todos los movimientos artísticos venideros.

Es el caso, por ejemplo, del fauvismo, que, a principios del siglo XX, pretendía liberar la paleta de la forma. Gracias a sus colores planos, brillantes y chillones, artistas como Matisse propusieron una nueva realidad, salpicada de interpretaciones cromáticas emotivas y estéticas. Esta revolución también fue acompañada por el movimiento expresionista alemán que, como su nombre indica, también desarrolló la expresión exacerbada de los colores puros. Su máximo representante, Wassily Kandinsky, siguió esta línea roja a lo largo de toda su carrera, como demuestran sus obras abstractas y musicales, conocidas por su alfabeto cromático profundamente simbólico. Otra teoría importante es la del contraste simultáneo, creada por Sonia y Robert Delaunay. Estas dos grandes figuras de la vanguardia, famosas por su contribución al movimiento órfico, combinaron colores complementarios para hacerlos más intensos y vivos.

Por último, el siglo XX también fue testigo de los primeros monocromos. Estas obras ilustran no sólo una libertad total del color con respecto a la línea, sino también una libertad casi total de la mano del artista, que no deja ninguna huella visible en su lienzo. Malevich, con su Cuadrado blanco sobre fondo blanco, fue el precursor de esta nueva forma de arte. Más tarde, otros pintores como Yves Klein, Ellsworth Kelly y Clément Mosset también dotaron a sus creaciones monocolor de densidad, materialidad y espiritualidad gracias a la fuerza única del matiz. Esto continúa hasta nuestros días, como puede verse en la obra del artista francés Pierre Soulage, quien, con su “outre-noir”, ilustra no sólo la oscuridad sino también, gracias al contraste creado, la luz que puede emanar de ella.

Parece lógico afirmar que el siglo XX es la advenimiento del color. Sin embargo, el debate que suscita es, aún hoy en día, un ámbito que no ha encontrado su límite. Los artistas siguen yendo cada vez más lejos en su interés por el color y por renovarlo.

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